El protocolo como instrumento de marketing político

El protocolo es una herramienta más de marketing político, por lo que es importante tener especial ciudado

Dentro de las estrategias de marketing político que desarrollan los partidos políticos para convencer al electorado, el protocolo cumple un papel fundamental.

Las formaciones políticas saben que la imagen es uno de los instrumentos más poderosos en una sociedad. La manera en que muestran a la ciudadanía cómo son y qué proponen a través de los medios de comunicación o las redes sociales es fundamental y, en la puesta en marcha de ese marketing político, el protocolo es clave.

El antropólogo Georges Balandier cree que el protocolo es la única forma de mantener el poder de un gobierno o de una empresa, y lo entiende también como una forma de prestigio y no sólo de autoridad reconocida. En el caso del ámbito de la Comunicación Política, este también es una manera de conseguir el reconocimiento y la confianza por parte de la sociedad.

La ausencia o no de banderas, el vestuario de los protagonistas o la elección de una música u otra en un acto político comunican más de lo que pudiera parecer. No es lo mismo acudir a un debate electoral que a un encuentro con jóvenes, ni tienen nada que ver los discursos de un mitin político con una entrevista en un programa de entretenimiento.

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Si hablamos de vestuario, la etiqueta detalla no solo la vestimenta acorde a donde nos encontremos, también engloba el comportamiento adecuado a las situaciones que se viven en cada momento. Ahí también se incluyen el respeto, la educación y la amabilidad transmitida mediante una comunicación.

En función de los actos en los que participen los candidatos políticos, los requisitos de protocolo varían, pero siempre es necesario cumplir unos mínimos si lo que se quiere mostrar es una política de calidad.  No hay que olvidar que no solo en los eventos hay que cuidar la imagen que uno transmite en política, también debe hacerse en las comunicaciones escritas.

Así, los comunicados que hacen los partidos, por ejemplo, cuando fallece alguna persona reconocida, deben cuidar al máximo las palabras, la imagen o los símbolos que rodean a la formación. Lo mismo ocurre en ceremonias relevantes como investiduras y mociones en los que el protocolo es, sin cabe, lo más importante.

Por último, el protocolo no debe ser algo atemporal que no pueda cambiarse, sino que tiene que adaptarse a los tiempos y a las circunstancias. Tomar una decisión u otra en cuestiones protocolarias puede determinar la reacción de los ciudadanos y, con ello, determinar su voto, pero el protocolo no debe condicionar la esencia de los candidatos.

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